EN EL NÚMERO 18 DEL MIRADOR DE ATARFE EN PAPEL PUBLICADO EN ENERO DE 2003, SE PUBLICÓ ESTE ARTÍCULO DEL ACTUAL DIRECTOR DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO QUE HA SIDO DESTITUIDO RECIENTEMENTE ―perderá el puesto cuando se nombre a quien lo suceda por libre designación―más de 110 investigadores de las universidades de Granada, Almería, Alcalá de Henares y La Laguna han firmado un comunicado manifestando su “más profundo desconcierto ante su incomprensible cese”.
Los precedentes de la ciudad de Medina Elvira se encuentran en la Antigüedad Tardía. Entre los siglos V y VII, existió en este lugar a 12 km. de Granada una importante aldea (vicus), de nombre Castela (Qastili ya para las fuentes árabes), que debió acoger a una población básicamente campesina, entre la que destacaban los grandes propietarios agrícolas que integraban la aristocracia local.Los contingentes araboberéberes alcanzaron la Vega de Granada hacia el 713. A partir de este momento el poblamiento no quedaría establecido de una vez y para siempre, sino que se iría estructurando paulatinamente.
En el 740-741 once nuevos grupos tribales qaysíes (árabes del norte) procedentes del norte de África (pero originarios de Damasco y Quinnasrin) al mando de los cuales se encontraba el sirio Baly Ibn Bisr, se establecieron en los distritos de Elvira y Jaén. En la Vega de Granada se fundó la alquería de Yayar al-Samiyin o Yayar de los Sirios. Así, mientras que en la Tierra de Alhama y en la comarca de los Montes Orientales predominaban los beréberes, la Vega situada entre ambas estuvo poblada fundamentalmente por árabes. Éstos disputaban entonces con los beréberes y tras imponerse sobre ellos instalaron a Baly en el gobierno cordobés, aunque no terminarían aquí las hostilidades.
La antigua aldea, hispanorromana primero e hispanovisigoda más tarde, se había convertido así en una incipiente ciudad islámica, aunque probablemente con un poblamiento bastante disperso. Al menos así parecen sugerirlo las excavaciones arqueológicas y las referencias literarias a facciones irreconciliables dentro del asentamiento, así como al hecho de que los distritos de Elvira (aqalim) fuesen distribuidos durante el Califato entre varios gobernadores.
La nueva ciudad se convirtió en capital (hadira) de provincia (cora) pasando a llamarse Hadira Elvira.
Pero pronto se convertirá en una auténtica ciudad (medina). La consideración de “medina” llegó con la construcción de una mezquita aljama, esto es, aquélla desde la que se pronuncia el sermón del viernes (hutba), con un fuerte contenido político, al que acuden el representante del poder estatal y, al menos, los varones cabezas de familia. La mezquita fue mandada construir probablemente por Abd al-Rahman I (756-788), el primer emir independiente de Al-Andalus. Otro de los requerimientos para que un asentamiento pueda ser considerado como medina es la muralla, pero hasta donde sabemos, Medina Elvira carecía de ella, una circunstancia que según las fuentes escritas sólo concurría también en el caso de Saltés (Huelva), pues el resto de las medinas andalusíes estuvieron fortificadas. Y esta fue tal vez la causa de la postrera ruina de la ciudad.
En el año 864 la mezquita fue restaurada y ampliada por el emir Muhammad I, adoptando así su imagen definitiva en pleno proceso de formación de un Estado centralizado (el Califato de Córdoba). La ciudad se dotó además con un sistema de abastecimiento de agua mediante un qanat, una construcción subterránea para captación de un manto freático.
En la ciudad residían muchos notables. Al-Jatib transmitió la anécdota de que durante la oración del viernes se reunían a las puertas de la mezquita unos cincuenta caballos, todos ellos con frenos de plata, correspondientes a otros tantos señores. Medina Elvira se convirtió además en un importante centro cultural, una cantera de ulemas o especialistas en el conocimiento islámico. Pero también debió acoger a una importante población campesina ocupada en el cultivo de cereales, y en el regadío, dándose los primeros pasos para una industria sedera que dos siglos más tarde sería la principal del país.
Así pues, la población de la ciudad estaba integrada por algunos árabes baladíes (los veteranos de la conquista), con el gobernador de la cora a la cabeza; muladíes (cristianos convertidos al Islam), y las minorías beréber y mozárabe (cristianos arabizados).
Entre los materiales expuestos en el Museo de Granada, se encuentran las inscripciones funerarias de esta minoría mozárabe. Así por ejemplo, la que serefiere al abad Recosindo:
“Aquí se esconde la pequeña urna de Recosindo, Abad. Partió de este siglo, duerme en la patria. Brilla su cuerpo cual las luciérnagas. Bonísimo, distinguido, honrado para siempre. Partió confiado en el día de Júpiter (el jueves)…”.
Este puede ser un ejemplo adecuado de la coexistencia de las diversas comunidades religiosas.
Otras inscripciones hacen referencia a personajes notables de la comunidad cristiana como Cipriano. El texto de ésta es:
“Descansa Cipriano en las feraces llanuras del cielo. Noble y sin tacha en la tierra, nacido de la estirpe de los Aelios, pacífico, dulce, por insignes padres procreado. Mojado con el rocío divino, (él mismo fue) torrente de las aguas de Cristo. En efecto aquí, en estos campos, abandonó su cuerpo mortal, el jueves 15 de enero del año 1040 de la era (1002). Vivió en la tierra treinta y ocho años”.
La inscripción está rodeada de una orla de palmetas digitadas contrapuestas, unidas por tallos ondulantes, típicamente califal, apareciendo en la cerámica en verde y manganeso, así como en basas y fragmentos de decoración parietal del siglo X. Pero la prosperidad de la ciudad se extinguiría repentinamente en el 1010, víctima de los acontecimientos de la guerra civil (fitna) que puso fin al Califato de Córdoba. La destrucción fue extraordinariamente violenta, quedando los cadáveres insepultos bajo las techumbres arruinadas, y el plomo derretido de los accesorios de la cubierta de la mezquita sobre sus esteras de esparto. Sus habitantes se trasladaron entonces al solar que hoy ocupa Granada, poniéndose bajo la protección de una dinastía de origen beréber.
A unos 600 m. de la mezquita pudieron excavarse unas viviendas con suelos pavimentados de piedra y zócalos de estuco pintado a la almagra y decorado con esgrafiados formando motivos clásicos como los círculos entrelazados o los triángulos opuestos,así como algunos –menos numerosos– de raigambre califal. Por encima de los zócalos se desarrollaban paneles decorativos de yeso y arcos también de yeso.
Por MANUEL RAMOS LIZANA
Conservador del Museo Arqueológico y Etnológico de Granada
Conservador de museos en varios museos de titularidad estatal radicados en Andalucía: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada, Museo Arqueológico de Sevilla, Museo de la Alhambra, Museo de Málaga y Museo de Almería. Ha colaborado en la redacción de los planes generales de bienes culturales de la comunidad autónoma andaluza. Ha sido miembro de la Comisión Andaluza de Museos y coordinador en el Máster de Museología de la Universidad de Granada. Numerosas publicaciones sobre museos y arqueología
(Seleccionado de la página web de la Consejería de Cultura.)